lunes, 13 de julio de 2009


El bautismo de los niños. Luces y sombras

La Plata (Buenos Aires), 6
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Jul. 09 (AICA)

"El Bautismo de los niños es algo bellísimo porque, en realidad, en ese caso es cuando se manifiesta con mayor plenitud la pura gratuidad de la gracia de la salvación, que nos hace hijos de Dios. El niño recibe esa gracia como un regalo total”. Sin embargo, hoy día hay “padres que aún apreciando el Bautismo no tienen una conciencia clara del compromiso que ellos mismos están asumiendo. Porque al trasmitirles a sus hijos la vida de la fe están comprometiéndose a educarlos en esa misma fe”. Así lo expresó el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, durante su habitual reflexión televisiva del fin de semana. El prelado subrayó además otro aspecto que “manifiesta una cierta ambigüedad en este campo” que es el de “la elección del nombre”, porque “aparece cada vez con mayor frecuencia el caso de chicos a los que sus padres ponen nombres no cristianos” y de esta manera “están privando al niño de un patrono celestial y de la posibilidad de celebrar su onomástico”. En tercer lugar, mencionó un problema “más grave todavía”, en referencia a que “algunos padres católicos no sólo difieren el Bautismo de sus hijos sino que lo eluden con el falso argumento de que cuando ellos sean grandes deben decidir si quieren ser cristianos”. Sostuvo que se trata de “un error muy serio, porque si esos padres son realmente católicos y viven su fe, ¿Qué mejor pueden desear para sus hijos que el don inestimable de la gracia divina? Este error, que se registra incluso entre personas cultas, bien formadas, es totalmente contrario a la enseñanza y a la disciplina de la Iglesia”. Asimismo, al calificar de “muy curioso” el argumento de “que los hijos decidan por su cuenta cuando sean grandes”, explicó: “porque esos mismos padres, aparentemente tan respetuosos de la libertad de sus hijos, les imponen toda clase de condicionamientos y determinaciones en otros campos de la educación: eligen para ellos costumbres, gustos, estilos; los hacen simpatizantes de un club de fútbol para que comparta el fanatismo del padre y deciden si debe estudiar alemán o inglés, flauta o patín o dibujo. Les imponen montones de cosas, pero los privan del don de la fe y de la gracia de Dios durante los años decisivos en los que se configura la personalidad”. “¡Aquí hay una verdadera contradicción! Y esto no es sólo un error sino que me atrevo a decir que es también un pecado, una falta de piedad y de amor para con el hijo al cual dedican tantos cuidados y privan del mayor de los dones: lo privan de Dios”, concluyó.+

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